Dejarse enseñar por el autismo
La pregunta que podríamos hacer frente a la actual tendencia política y ética en la salud mental en general -en la que el paradigma neo-utilitarista y mercantilista impone principios de prevención estadística, medicalización y normalidad- es la de ¿qué espacio dejamos al niño y su sufrimiento en medio de este empuje clasificatorio?
Vemos con gran preocupación cómo los niños son tomados en diversos ámbitos de la salud y la educación como objetos de evaluación, reduciendo el fenómeno sintomático a un valor de cifra contable, dejando fuera la palabra, el decir y la afectación misma de los cuerpos, con la vana pretensión de anticiparse a eventuales "desarreglos" comportamentales, con lo que paradójicamente sólo se confina al sujeto a la exclusión por la infructuosa codificación del disfuncionamiento.
Propongo entonces, en relación al autismo, abordar ese campo no desde la perspectiva del déficit sino poniendo el acento en la especificidad de ese sufrimiento, lo cual implica la formación del practicante en el arte del diagnóstico y en el de la lectura detallada de los signos más relevantes de su decir, elevando el sujeto a la dignidad del significante, aun cuando no hable o no participe de la comunicación estándar.
Claudia Lijtinstens