domingo, 26 de julio de 2015

miércoles, 15 de julio de 2015

Ana Simonetti en Página 12/Rosario: "Un intérprete de las complejidades"

25/06/2015
SOBRE EL LUGAR DEL PSICOANALISTA EN LAS INSTITUCIONES DE SALUD MENTAL
Ana Simonetti, de la EOL Córdoba y la AMP, dará una conferencia la semana próxima en Rosario. Recordó que Lacan advirtió que renuncie a la práctica quien no pueda unir a su horizonte lo que ocurre a los seres humanos en su época.




La psicoanalista Ana Simonetti, analista miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL) Córdoba y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, respondió preguntas de la directora de la sección Rosario de la EOL, Marcela Errecondo. Simonetti, residente en Córdoba, estará en Rosario el próximo viernes 3 de julio, para dictar la conferencia sobre "El psicoanalista en la institución. Entre embrollos, normas y singularidades". Y al día siguiente, se desarrollará una actividad clínica en la Escuela. El diálogo entre las analistas se transcribe a continuación.
Marcela Errecondo:--Sabemos de su larga y rica experiencia con respecto al trabajo en las instituciones de salud mental. Queremos preguntarle, en estos ámbitos en donde se comparten momentos de vida y tareas cotidianas, ¿De qué manera puede intervenir un psicoanalista? ¿Hay otras modalidades que no sean el consultorio y el diván? ¿Se trata de hacerlos hablar?
Ana Simonetti:--Sus preguntas me evocan varias referencias del doctor Jacques Lacan. Una de ellas, que es un norte para nosotros los psicoanalistas de la Orientación Lacaniana, es en la que, al comienzo de su enseñanza, en 1953, nos advierte que renuncie a la práctica del psicoanálisis quien no puede unir a su horizonte lo que ocurre a los seres humanos en su época. Es decir, se requiere de un psicoanalista que, devenido tal en su propia experiencia analítica, una a su vida la ductilidad necesaria para captar la angustia de su época en tanto se presta a ser eje de otras vidas, lo que a la vez implica haber adquirido la capacidad para intervenir oportunamente, dentro de lo posible. Desde este marco que indica y precisa la posición de un psicoanalista en la civilización y en su época, le planteo algunas reflexiones respecto a sus preguntas.
El papel de un psicoanalista en una institución, y no sólo de Salud Mental, va más allá de hacer hablar y escuchar a las personas que demandan. Un psicoanalista se presta en la institución misma como lector e intérprete de las situaciones complejas, de los enredos que impiden muchas veces ubicar con claridad la salida de un conflicto, de un impasse, de una crisis.
Estamos transitando en nuestra sociedad una democracia conquistada por la ciudadanía, por más de 30 años. Eso mismo introdujo la dimensión de la permisividad, la liberación del mercado, la diversidad de sexualidades, las consecuencias de los fundamentalismos y la conectividad que atraviesa culturas en el planeta. Estamos en una época con todos esos matices y contrastes, y con la velocidad y prisa de los individuos, que no alcanzamos a ordenar muchas cosas.
Y esto no ocurre sólo fuera de las instituciones, ocurre dentro. Un psicoanalista cuenta con los instrumentos propios de su formación que es continua para hacer pasar al Otro social/institucional las consecuencias del acto analítico.
M.E.: --La ley de salud mental apunta al trabajo interdisciplinario, suelen encontrarse acompañantes terapéuticos que muchas veces son psicólogos recién recibidos, asistentes sociales, terapistas ocupacionales y psicoanalistas. No siempre comparten la misma idea acerca de los objetivos a alcanzar. ¿Cómo se puede ubicar el psicoanalista en este panorama?
A. S.: El psicoanálisis no promete la felicidad como armonía de los sexos y tampoco prejuzga sobre el bien, sobre lo que es el bien para cada persona. Así puede funcionar como un buen partenaire que orienta a elaborar e inventar soluciones singulares para las personas. Esa ductilidad de la que le hablaba antes, a la vez se hace posible en los ámbitos colectivos.
Por otro lado, el psicoanalista está atento a las posibilidades terapéuticas que tiene su praxis, sin dejar de lado la potencia del procedimiento analítico propiamente dicho.
Hoy advertimos la diversidad de demandas, muchas de ellas extremas, personas en riesgo para su vida y/o los otros.
El psicoanalista está totalmente habilitado a desplegar su función en situaciones complejas, en las tramas familiares actuales, parejas, padres e hijos, en urgencias subjetivas, en situaciones postraumáticas, en la violencia desencadenada, en las adicciones generalizadas... Es más, recuerdo muy bien en mis años de residencia en psiquiatría, ya con formación psicoanalítica, que colegas médicos de otras instituciones requerían de nuestra intervención para cuestiones de malestar en el equipo, ante la muerte intempestiva de un niño, por ejemplo. Pero siempre el psicoanalista evaluará cada situación en su particularidad porque sabe que no hay respuestas universales.
Su función es tanto en el ámbito del consultorio de la institución con cada paciente, familia, etc., así como en los grupos interdisciplinarios, preservando su lugar y el de cada uno: separa lo médico, lo social, lo químico de su propio hacer. Eso es útil a la vez para cada disciplina y para la persona que demanda.
Un psicoanalista en formación -no sólo con los textos, con las supervisiones de su práctica y con su propia experiencia psicoanalítica, formación que no ocurre en la universidad sino en la Escuela (EOL)-, no deja de proponer los criterios propios del psicoanálisis a la hora de evaluar cada caso, más allá de las clasificaciones estandar. El psicoanálisis atiende al sufrimiento subjetivo singular por fuera y más allá de cualquier mapeo genético. Los bordes de lo normal y lo patológico de otrora se han desdibujado y podemos decir que en ese campo el psicoanálisis tiene mucho para trasmitir.
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GUSTAVO DESSAL en Télam: “El hombre curado definitivamente del síntoma de ser humano”

14/07/2015

El psicoanalista y escritor argentino Gustavo Dessal, radicado en España desde 1982, cede a esta agencia un texto inédito en el cual explora los ideales de inmortalidad que crecen entre los multimillonarios de Silicon Valley, y la brecha abierta entre la ciencia y la técnica, cada día más notoria, desde una perspectiva absolutamente ajena a la paranoia apocalíptica.



Este es el texto:
 
Who wants to live forever,
Who wants to live forever,
Forever is our today,
Who waits forever anyway?
Brian May (Queen)
 
Un brindis por la eternidad
Año 2004. Peter Thiel, fundador de PayPal, acaba de vender su compañía aeBay, multiplicando así su ya considerable fortuna. Tiene entonces 31 años, y recibe en su casa a un grupo de invitados que cenan y conversan. Entre ellos, Larry Page (co-fundador de Google), Cynthia Kenyon ( bióloga molecular que ha atraído la atención de la comunidad científica al duplicar la vida de un gusano manipulando uno solo de sus genes), y Audrey de Grey (médico inglés, especialista en biogerontología que trabaja en senescencia negligible ingenierizada, un método de reparación de tejidos del cuerpo humano capaz de lograr una vida indefinida). El debate gira en torno a la inmortalidad. Algunos se muestran un tanto escépticos; otros, por el contrario, están convencidos de que solo es un problema técnico. ¿Convendría más congelar los cadáveres, o volcar la memoria de un ser humano en supercomputadoras para reintroducirla luego en un nuevo cuerpo? Estas son algunas de las preguntas que animan la mesa. Al menos existe un consenso: desde el punto de vista del desarrollo tecnológico actual, conquistar los 150 años de vida es una expectativa más que razonable.

El anfitrión, Thiel, es uno de los más convencidos, y su generosa chequera no cesa de alimentar los fondos de investigación de Kenyon y de Grey a fin de que aceleren al máximo su trabajo. Su lema es el optimismo, una virtud que considera indispensable para formatear el futuro. No es el único. Pertenece al grupo de súper millonarios jóvenes, empresarios que han creado Google, eBay, Napster, Netscape, Facebook, y que ahora han decidido emplear una parte sustancial de sus fortunas personales en una nueva revolución: perfeccionar tecnológicamente el cuerpo humano, la máquina más asombrosa de la creación. Thiel se expresa con toda claridad, y como además posee una sólida formación filosófica, lo que dice tiene algo de sentido: la evolución de la especie humana no pertenece exclusivamente a la naturaleza. El hombre se caracteriza por su capacidad para trascenderla, y por lo tanto su cuerpo no solo forma parte del reino animal, sino que se ha elevado hacia una dimensión que lo convierte en otra cosa. De allí que considere legítimo no admitir la regla máxima que gobierna todo lo viviente: la finitud. Afirma en serio que la muerte es el gran enemigo de la Humanidad.
 
Los nuevos dioses
 
No por casualidad el escritor Mike Wilson ha titulado su biografía sobre Larry Ellison (fundador de Oracle y la tercera fortuna del mundo según Forbes)What’s the difference between God and Larry Ellison (Cuál es la diferencia entre Dios y Larry Ellison). El chiste ya es conocido entre los empresarios de Silicon Valley: Dios no se cree Larry Ellison. En cambio Larry, aunque no lo diga con todas las letras, está convencido de serlo. Su vocación demiúrgica se pone de manifiesto en todas sus entrevistas, puesto que no cesa de afirmar que la muerte no posee ningún sentido para él. Según sus propias palabras, la muerte me pone furioso. Y la muerte prematura aún más (Mike Wilson, 1998, op.cit.).

Muchos investigadores, filósofos de la ciencia y especialistas en bioética no se muestran tan entusiastas ante la perspectiva de una prolongación exagerada o indefinida de la vida humana. Advierten sobre la sobreexplotación de los recursos naturales, el incremento de los problemas sociales, la repercusión en la economía, y -sin duda- la posibilidad de que la brecha social ya existente cobre dimensiones apocalípticas.
 
En 1895, el escritor británico Herbert George Wells publicó su célebre novela La máquina del tiempo, basada en la corriente filosófica del eternalismo. Aunque muchos creyeron que se trataba del género de ciencia ficción, Wells expuso en esta obra una tremenda y profética visión del capitalismo. El protagonista se desplaza al futuro, en el que encuentra dos razas claramente diferenciadas, dos evoluciones degeneradas de los humanos: los eloi, seres inmortales que viven en la superficie, despreocupados de toda necesidad, y los morlocks, que habitan bajo tierra, mueren, y representan la clase trabajadora que mantiene a los que viven en el mundo de la luz. Gracias a su inmortalidad, los eloi hanperdido incluso sus propiedades sexuales, al punto de que carecen de sexo. Leído desde la perspectiva actual, la fantasía de Wells es escalofriante, incluso más que las predicciones de Orwell y Huxley. En el capítulo XIII de La máquina del tiempo, el autor expone con finos y dramáticos argumentos cómo el capitalismo desemboca en un futuro paradójico donde la inmortalidad física equivale a la extinción del deseo, condenando a los idílicos eloi a una existencia rayana en la idiocia.
 
¿Qué subyace a este delirio actual de inmortalidad que no carece ni de recursos técnicos ni de ingentes cantidades de dinero para materializarse? Hay (como es el caso de Laurie Zoloth, experta en bioética de la Universidad de Northwestern) quien se interroga sobre el deseo que anima a estos multimillonarios diseñadores del futuro, empeñados en una cruzada filantrópica que se supone destinada al bien de la Humanidad. ¿Hasta qué punto ese deseo no esconde una voluntad más oscura que, procurando retar a la muerte, es, en el fondo, un demonio aún más letal? El debate es complejo, pero Zoloth es muy aguda al afirmar que es apasionante y maravilloso formar parte de una especie que tiene grandes sueños. Pero también quiero formar parte de una especie que se ocupa de los pobres y de los moribundos, y me preocupa que nuestra atención se centre en un mundo futuro rutilante hecho de fantasía, y no en el mundo real en el que vivimos (Tech Titans’ Latest Project: Defy Death, The Washington Post, http://www.washingtonpost.com/sf/national/2015/04/04/tech-titans-latest-project-defy-death/).
           
Haz el bien, pero no dejes de mirar a quién
Aunque la filantropía es una práctica muy extendida en el mundo anglosajón como método para compensar la escasa inversión social del Estado, aliviar la conciencia y -por supuesto- la carga fiscal, Freud supo diseccionar la agresividad inconsciente que con frecuencia se esconde tras la buena intención de hacer el bien. Pero incluso más allá de ello, resulta significativo contrastar la posición subjetiva de otro gran súper millonario, Bill Gates, quien ha puesto un gigantesco empeño económico y moral en el desarrollo de los países más pobres, apuntando al extremo contrario de la vida: los recién nacidos. Tanto él como su esposa Melinda han dejado claro la obscenidad que supone invertir miles de millones de dólares en el diseño de un mundo futuro de elites potencialmente inmortales mientras en el planeta actual la malaria y la tuberculosis diezman poblaciones enteras.

¿Cuál es el fondo de esta declaración de guerra contra el envejecimiento y la muerte a golpe de talonario? ¿Se trata de una mera cuestión de mercado? El tema es mucho más complejo, y sin duda más apasionante: es el combate entre dos paradigmas, dos modos de concebir la ciencia, dos modos de aproximarse a la fantasía humana que desde el inicio de los tiempos se ha rebelado contra la muerte y ha buscado toda clase de estrategias para exorcizar su poder soberano. Dios no se ha mostrado suficientemente generoso a la hora de aliviar la caducidad de la vida, y por su parte los médicos se convierten en rehenes de la industria farmacéutica y la bioingeniería. Para colmo les han surgido nuevos e inesperados contrincantes, que tienen a su favor no solo un presupuesto mayor del que posee cualquier Estado, sino que están animados por una convicción delirante imposible de fracturar: los chicos de Silicon Valley, decididos a darle la vuelta al método científico clásico por considerarlo anacrónico e inadmisiblemente lento.
 
En su lugar, apuestan por reunir los miles de millones de datos que los usuarios de internet dejan diariamente en sus búsquedas, en el uso de sus redes sociales, en sus movimientos físicos y geográficos registrados por los nuevos dispositivos (iWatch y tantos otros) para correlacionarlos entre sí. La hipótesis se basa en la acumulación de incalculables masas de datos con el fin de trazar patrones de conductas y vincularlos al surgimiento de trastornos, enfermedades y conductas de riesgo. Una vez más la conducta resulta ser la unidad de medida, conforme al esquema cognitivo-conductual que se asume como la psicología científica, incluso aunque aumente el número de científicos que comienzan cuestionar su verdadera utilidad, y muchos especialistas en filosofía y ética se preguntan si dicha psicología no será una forma disfrazada de ideología destinada a la fabricación homologada de humanos inteligentes. Una de las mayores falacias de la posmodernidad tecnológica consiste en la promoción de lo personalizado, de la aplicación, programa, mapa, diseño o servicio supuestamente “pensado” para la singularidad de cada usuario, cuando en verdad dicha personalización se concibe a partir de un estándar universal que establece mediante algoritmos la diferencia entre lo sano y lo enfermo.
           
Los genes, unidos, jamás serán vencidos
No es necesario ahondar demasiado para descubrir algunos elementos no tandesinteresados en el trasfondo de esta nueva maratón de la longevidad. Muchos de los empresarios de Silicon Valley padecen alguna clase de trastorno o enfermedad, y endulzan los bolsillos de brillantes investigadores de Harvard, MIT y otros grandes centros a fin de que apresuren sus experimentos. Sergey Brin, cofundador junto con Larry Page de Google, posee una anomalía genética que lo vuelve más propenso al Parkinson, pero no le ha temblado nada al firmar un cheque de 150 millones de dólares para ganarle la carrera a la posible enfermedad. Que el síntoma puede además contribuir al lazo social lo demuestra muy bien su esposa Anne Wojcicki, quien ha fundado su propia compañía 23andme. Una simple muestra de saliva en un bastoncillo enviado por correo, y el usuario (por solo 99 dólares) obtiene de vuelta la información genética que le permite conocer datos de sus ancestros y la propensión a ciertas enfermedades. Así de sencillo. Por supuesto, el truco consiste en que la información que se recibe corresponde a un ser humano único, irrepetible: usted. Si existe un gigantesco e indiscutible éxito lucrativo del capitalismo, sin duda hay que reconocerlo en la genial mercadotecnia de uno de los resortes más poderosos del ser humano: su paradójico deseo de ser único y a la vez normal, es decir, igual que todos los demás.

Wojcicki es elocuente: A nadie le importa si uno dice que hay un gen suelto por ahí. Pero cuando puedes reunir a una comunidad de personas que son conscientes de su estatus, entonces súbitamente comienzas a comprometerte(The Washington Post, op. cit). El psicoanálisis estudia con particular el interés el gregarismo contemporáneo que se teje alrededor de un núcleo sintomático. El síntoma puede convertirse en un modo de combatir la creciente soledad existencial de una época en la que, curiosamente, estamos sometidos a la comunicación digital perpetua. Sufrir alucinaciones auditivas suele ser un tormento espantoso, pero formar parte de la comunidad de escuchadores de voces, que reúne a millones de personas en foros internacionales donde discuten y hablan de sus experiencias alucinatorias, es por el contrario una experiencia que alivia y consuela. Estas nuevas comunidades sintomáticas, a las que se añaden ahora los grupos genéticos, anticipan formas de religiosidad y espiritualidad que suplen los modelos tradicionales en desuso. ¿Por qué limitarse a formar lazos basados en identidades sexuales, si las alteraciones genéticas ofrecen miles de oportunidades de fundar colectivos amalgamados por los caprichos de una mutación en el ADN?
           
Las nuevas guerras médicas…
Susan Jacoby, una de las mentes filosóficas más brillantes de los Estados Unidos, ha escrito un libro contundente y extraordinariamente documentado sobre el delirio de la eterna juventud: Never say die (Nunca digas morir).Aceptar que la inteligencia y sus invenciones jamás ganarán la batalla al amo supremo, la muerte, es la auténtica afirmación de lo que significa ser humano, escribe en su libro. Y el insuperable Philip Roth añade: Susan Jacoby, enemiga jurada de la irracionalidad en todas sus formas, tiene muy malas noticias: todos vamos a morir, pero primero nos haremos viejos. No más viejos, sino realmente viejos. Ella agujerea la promesa de que llegaremos a curar el envejecimiento. Las buenas noticias son que si logramos despertar de nuestros delirios, conseguiremos envejecer con dignidad.
 
Pero esta postura ética ante la muerte -lo que el psicoanálisis estudia bajo el concepto de castración, como límite que señala la frontera donde lo imposible se vuelve condición necesaria para la supervivencia del deseo de vivir- choca contra la sinrazón de otros que no solo se valen de su solidez económica, sino del inmenso poder mediático del que disponen a discreción. Es el caso de Vinod Khosla, uno de los grandes multimillonarios de Silicon Valley, fundador de Sun Microsystems. En una conferencia dictada en la Cumbre de Innovación para la Salud que tuvo lugar en agosto de 2012 en la ciudad de San Francisco, calificó la medicina actual como una suerte de brujería atascada en la tradición. Los médicos, según Khosla, no se diferencian mucho de los practicantes de vudú, y augura que el 80 % de estos profesionales serán reemplazados por máquinas que harán el trabajo mucho mejor.

Esta declaración de guerra contra el colectivo médico fue inmediatamente rebatida como repugnante, y vista como una clara señal de que algunos ingenieros están empeñados en arrebatar el cuerpo humano a la medicina. Para Khosla, los médicos son un estorbo en el cuidado de la salud, la cual debería basarse fundamentalmente en la recopilación de datos, y no en el tratamiento de las enfermedades. Está convencido de que ofrecer a los consumidores más oportunidades, acceso y posibilidades de elección de la información sobre sí mismos y sus cuerpos les dará el poder para hacer lo más conveniente (http://thehealthcareblog.com/blog/2012/08/31/vinod-khosla-technology-will-replace-80-percent-of-docs/). Lo más alarmante del delirio de Vinod Khosla es su alcance premonitorio: la medicina es progresivamente secuestrada y desmantelada por una elite dominante de ingenieros y super técnicos, quienes a su vez se arrogan el poder de desafiar al discurso científico, haciendo realidad la visión que Heidegger alumbró en sus conferencias sobre la técnica.
           
No solo de escáneres viven los pacientes
Abraham Verghese, especialista americano en medicina general, escribió un conmovedor testimonio que es al mismo tiempo una seria advertencia sobre la extinción progresiva de la sabiduría médica. En una clara sintonía con lo que el psicoanalista Jacques Lacan desarrolló en su conferencia de 1966 Psicoanálisis y Medicina, Verghese denuncia el peligro que supone estudiar los escáneres en lugar del paciente (http://www.nytimes.com/2011/02/27/opinion/27verghese.html).
 
El lugar donde se produce el diálogo entre doctores y personal de enfermería es el ordenador, dice. Para este médico, la pérdida de las habilidades propias de los practicantes, el desuso de su capacidad para escuchar al enfermo antes de hacerlo desaparecer bajo una montaña de protocolos y pruebas técnicas, es uno de los errores más graves que conducen a la mala praxis médica y a la perversión definitiva de un saber que, desarraigado de la tradición, corre el riesgo de caer en la degradación de la terapéutica. Examinar el cuerpo, palparlo con las propias manos, sigue siendo un ritual que Verghese considera necesario preservar por su inmenso valor simbólico. Su experiencia le ha demostrado que lo simbólico tiene su eficacia, tanto como la información que puede brindar la tecnología, cuyas ventajas no desconoce en absoluto, pero que no bastan para sostener una praxis médica en la que no solo es el organismo lo que está en juego, sino el sujeto, es decir, la relación de un ser que habla con un cuerpo al que no solo lo atormentan los virus y las anomalías genéticas, sino también el inconsciente. He descubierto que los pacientes de casi todas las culturas tienen grandes expectativas en el ritual de la exploración cuando son vistos por un médico […] Los rituales suponen franquear un umbral, y eso es decisivo para cimentar la relación médico-paciente, un modo de decirEstaré junto a usted a lo largo de esta enfermedad. En la duras y en las madurasEs decisivo que los médicos no olviden jamás la importancia de este ritual”.
 
La nueva locura de la acumulación hiperbólica de datos, convertida en el credo contemporáneo de las sectas de Silicon Valley y sus billonarios profetas, son la prueba fehaciente de que la separación entre ciencia y técnica avanza hacia un horizonte irreconciliable. Si la imposibilidad era el principio rector del discurso científico, para la técnica nada es imposible, y por ello es el instrumento más apropiado para la realización material y espiritual del capitalismo. La  verdadera ciencia es lenta en su progreso y su avance. Los súper técnicos, en cambio, tienen mucha prisa por alcanzar sus objetivos. Para ellos, no solo la muerte es un obstáculo en su carrera. También lo es el tiempo. Tal vez sean el anticipo de una nueva configuración de la subjetividad: el hombre sin inconsciente, el hombre al que nada divide, el hombre convertido en centro de sí mismo. El hombre definitivamente curado del síntoma de ser humano.

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martes, 7 de julio de 2015

CID Santiago Invita: Grupo de Investigación "Cine y psicoanálisis"

Este año el desafío del Ciclo de Cine Y Psicoanálisis “¿Que ves cuando me ves? es reflexionar sobre la época actual en donde el poder de la imagen domina, y en este sentido, el cine es un espejo de la realidad actual.
En la sociedad contemporánea todo entra por los ojos. Cabe la pregunta entonces: se consume ¿el objeto o la imagen? 

Esta es la disyuntiva en que se encuentra el sujeto hoy, dominado por la oferta ilimitada que impone el mercado, creando la ilusión que se puede obtener la felicidad mediante el consumo incesante de objetos. El resultado es justamente lo contrario, la sensación de un vacío que se hace cada vez más insoportable.
El producto de ello son sujetos desorientados, afectados por los nuevos síntomas que surgen en la actualidad, (angustia, pánico, trastornos alimenticios, adicciones).
En este contexto, el Ciclo de Cine 2015 es una oportunidad para reflexionar sobre lo que el Psicoanálisis tiene para decir acerca de la época en la que la imagen impera. 
En consonancia con la temática del Seminario Anual del CID, denominado “Los misterios del cuerpo hablante”, se realizó la selección de películas para el Ciclo de Cine y Psicoanálisis 2015, actividad que está a cargo del Grupo de Investigación de Cine y Psicoanálisis, con el área de Biblioteca del CID.



Este jueves el grupo de investigación "Cine y Psicoanálisis" se reunirá a las 16 hs. en nuestra sede
¡Los esperamos para seguir trabajando!


Calendario de Actividades del mes de Julio